martes, 23 de octubre de 2012

Un sueño muy real

Esta noche me he despertado sobresaltado en mitad de la oscuridad, y recuerdo haber tenido un sueño muy real. Soñaba que viajaba en mi coche hacia tierras extrañas, sin rumbo alguno, como queriendo escapar de algo que no soy capaz de describir.

Sonaba la canción de Mamma Luba, de Serebro, mientras me escapaba hacia el oeste, con el único deseo de llegar al final de la tierra y volver a ver nuevamente el mar. Era poco más de mediodía, cuando mi coche entraba en A Coruña por la calle Alfonso Molina, en dirección a Cuatro Caminos. Allí me esperaban dos amigos, Migue y Javi. Parecía que conociera la ciudad de toda la vida, pues sin a penas indicación había llegado al lugar acordado.

"No veo el Ibiza blanco por ningún lado", afirmaba Javi. Una cosa lógica cuando mi coche era negro, pero aun así dieron con él. Fuimos a aparcarlo en una cuesta muy pronunciada y por fin pude bajarme y recorrerme a pie toda la ciudad. Suena utópico intentar conocer una ciudad desde tu cama, pero así fue. Dejamos a Javi en el instituto, y Migue y yo fuimos dando un paseo hasta la playa del Orzán, próxima a Riazor. Mientras, Migue me hablaba de los nombres de las calles, de las historias más trascendentales y de su ciudad. "Por ahí va a pasar uno de los errores de mi vida", comentaba, a la vez que me indicaba dónde se encontraba la primera tienda que montó Amancio Ortega y que ahora estaban reformando.

Pasados varios minutos, y me atrevería a decir que casi una hora, seguíamos intentando llegar a nuestro destino, cuando de repente se puso a llover. Recuerdo la mirada que me echó el paraguas, justo antes de coger el coche, pero con un sol radiante y una temperatura en torno a los 20º resulta muy difícil pensar que es posible que pueda llover. El día estaba muy desagradable y aunque no hacía frío, nos pusimos pingando con la que estaba callendo. Aparecimos empapados en el centro comercial próximo al puerto, Los Cantones Village creo recordar. En el centro comercial estuvimos Migue y yo,  y apareció Javi porque tenía descanso entre clase y clase.

La noche se venía encima y yo tenía que volver a casa. No sabía ni siquiera salir de la ciudad, lo único que tenía claro era que no podía llegar tarde a Gijón. En ese momento, Migue me hizo el ofrecimiento de que me quedara a pasar la noche en su casa, pues no quería que marchase de noche y sólo para mi casa.

Recuerdo que el pobre me cedió su cama, y ni siquiera aceptó compartirla conmigo. Se quedó en el sofá, sin pegar ojo, por miedo a que se levantara su abuela, y le diera un "patatús" al verme allí durmiendo, sin haber avisado.

Cambiaba de postura en ese momento y pude ver a mi gato Alberto acurrucado entre mi brazo derecho y un cojín que yacía sobre la cama. Cuando volví a abrir los ojos, el sol se colaba por las rejas de la persiana de la habitación de Migue. Cogí mi móvil y me puse a enviarle un whatsapp porque me daba verguenza salir de la habitación, pero media hora después, tras haberme duchado, estaba tomando un tazón de Cola-Cao junto a su abuela y su madre, mientras comentábamos el juicio de la Pantoja. Una vez finalizado el desayuno y tras realizar unos recados en Marineda City, Migue y yo fuimos a buscar de nuevo a Javi para continuar nuestra visita por esa bella ciudad norteña. 

Era la hora de comer y mientras Javi marchaba para clase, Migue y yo comprábamos dos ensaladas en el Mercadona, que acabaríamos comiendo en la playa de Oza bajo un sol de un día otoñal inspirado en una tarde de agosto. Reimos, sacamos fotos e incluso recuerdo haberme metido en el agua a chapotear un rato. La tarde continuó con un café junto a la estación de tren, en compañía de una dulce chica llamada Patricia y un entrañable mesonero, que juntos nos hicieron pasar un rato muy agradable.

"Voy a llamar a la autoescuela y diré que no voy a dar las prácticas de esta semana", comentaba Migue, con una pícara sonrisa. "Pues vente a Gijón conmigo, así no iré sólo". Y así fue como regresé de nuevo a mi cama, mientras Alberto me pedía el desayuno. 

Al encender mi portátil me encontré un correo, con un mensaje. Sin duda, a veces la realidad supera a la ficción:

"Estaba algo nervioso... muy pocas veces en mi vida las cosas habían ocurrido tan rápido, en apenas unas horas en las que nos enteramos en que los do vivíamos en el mismo planeta decidimos que nos veríamos al día siguiente, y doscientos cincuenta quilómetros marcaron la distancia para tomar un buen café.

Como estaba prometido a las diez le desperté y me fui corriendo a mi práctica de coche aunque admito que no estaba muy centrado en ella, tenía algo en el estómago, unos nervios... ganas de que llegase. Una vez terminada me reuní con Javi para ir a buscarle cuando llegase, y tras hora y poco de espera llegó. Un par de errores buscando Ibizas, nada raro ya que no es muy exclusivo, y llegamos a su encuentro. En ningún momento puedo decir que se formase ningún silencio incómodo, realmente fué muy ameno. Traté de enseñarle lo que sabía de la ciudad y le conté batallitas propias de las zonas, creo que fué igual de divertido para los dos.

Nunca pensé que una persona que vive en el norte de España pudiese escandalizarse tanto por unas lloviznas, igualmente tuvimos que refugiarnos en un centro comercial cercano al centro, y una vez más con Javi, que había decidido saltarse las clases, entre risas y un café se pasó gran parte de la tarde. Decidimos cenar en un restaurante de comida rápida y se comenzaba a hablar del viaje de vuelta, pero yo no quería que se fuese ya. Sin resultado buscando habitaciones en las que pasar la noche, decidí que dormiría en mi casa. Le mandé para la cama de mi habitación, la cual llevaba ya un buen tiempo sin usarse. Dormité un poco en el sofá con un ojo atento a la puerta para avisar a mi familia de que Nitto estaba en casa. Un desayuno, una buena ducha y unas risas familiares despidieron la mañana en la que en su final nos encontramos con Javi para dar unas últimas tanteadas a la ciudad. Palacio de la Ópera, Calle Real, Paseo marítimo y alguna zona más  de paseo en la que decidí que no haría más prácticas de coche esta semana y que no dejaría ir a Nitto sólo a Gijón, ni por él ni por mi, que claramente necesitaba un cambio de aires. Trás presentarle a mi amiga Patri, un café un tanto malo en mi anterior lugar de trabajo y unas buenas risas que nos dejaron un buen último recuerdo antes de que emprender el viaje.

Tras un par de paradas me encontraba en una ciudad en la que nunca había estado. Quizás yo también esté viviendo un sueño. 24/10/2012"


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